Obradoiro Dixital / Revista de Arquitectura / Outubro 2018 / Colexio Oficial de Arquitectos de Galicia

Vigencia y continuidad en la arquitectura de Alejandro de la Sota

Luis Tejedor Fernández

Texto

Tiempo

Una cualidad de la obra de Alejandro de la Sota, que la singulariza dentro del panorama fluctuante de la arquitectura moderna, es la constancia y fidelidad a unos principios que orientan su trayectoria, y que son perceptibles, con ciertos matices en la intensidad con la que se manifiestan, en toda su producción desde los últimos años de la década de 1940 hasta su muerte en 1996.

Con frecuencia se ha señalado lo peculiar de la figura de Sota en el marco cultural de la arquitectura moderna española. El adjetivo ‘sotiano’ se acuña ante la imposibilidad de incluir al arquitecto en clasificación o grupo alguno, subrayando así su personalidad singular y la fascinación que ejerce entre sus muchos seguidores. La adjetivación de su obra con un término derivado de su apellido parece situarlo en el origen mismo de una corriente arquitectónica que él mismo hubiera iniciado, orientando las posibles aproximaciones críticas hacia lo que de novedad pudiera haber en la misma, y que se constituiría en fuente de inspiración para la de sus epígonos.

Comenzaremos negando esta idea de génesis espontánea del arquitecto y su obra para, por el contrario, atender a su tiempo, a la cultura arquitectónica hacia la que el autor demuestra sintonía y en cuyo flujo cultural se inserta, con una constancia especialmente perceptible a partir de la segunda mitad de la década de los años 1950. Algunos proyectos anteriores ya nos muestran a un arquitecto conceptualmente moderno, pero carente todavía de un estilo completamente asimilado que le permitiera eludir el problema de la elección del lenguaje apropiado al enfrentarse a cada nuevo proyecto. Las propuestas para los concursos de las Delegaciones de Hacienda de La Coruña y San Sebastián (ver fotos) marcan el inicio de un camino que ya no admitirá vuelta atrás, la aceptación casi incondicional de la herencia que estará en el origen de su trayectoria firmemente trazada.

Presencia

La concepción espacial con la que Sota dispone lugares en los que el hombre puede habitar tiene una marcada filiación moderna: el espacio fluido y articulado que postulara Wright y desarrollaran Le Corbusier y, sobre todo, Mies van der Rohe, encontrará en su obra una presencia constante: desde la voluntad de romper los límites del volumen construido por medio de miradores, que funden el espacio interior con el exterior -ya aparece en la que podemos considerar su primera obra moderna, los laboratorios para la Misión Biológica en Salcedo, de 1949-; la concepción del interior como espacio único en el que los cerramientos y los forjados no alcanzan a colmatar los límites del volumen capaz -tan explícito en los croquis para la Delegación de Hacienda de San Sebastián y más tarde en Bankunión, y que materializará en la sala para el MOPU (ver fotos) muchos años después-, o la levedad de los cerramientos exteriores, eludiendo cometidos estructurales para reducirse a límites que acotan el espacio habitable, sin apenas establecer una separación física con respecto al ambiente circundante –característica presente en tantos de sus proyectos, y muy intensa en las viviendas de Alcudia (ver fotos), que se ‘disuelven’ en el ambiente-. La constancia con la que el arquitecto ‘persigue’ su concepto de espacio hasta poder materializarlo, en ocasiones varias décadas después de postulado en un proyecto no realizado, denota su fe en las virtudes presentes en la forma moderna de entender no ya la arquitectura, sino la propia existencia. La obra de Sota, en su afán por construir lugares dotados de carácter partiendo de la ordenación del espacio físico, no titubea ante las variaciones estilísticas que las modas tratan de imponer a lo largo de períodos de tiempo dilatados, sino que apela a valores eternos, tan presentes en las obras de madurez de los maestros de la modernidad. Siendo esto así, podríamos pensar que nos hallamos ante un arquitecto conservador, ajeno a los cambios que, en arquitectura o en cualquier otra actividad creadora, reflejan las transformaciones de la época. Pero no es así.

Técnica

La actitud de Sota frente a los avances técnicos que se producen a lo largo de su periplo profesional es la de un observador atento y desprejuiciado usuario, alejado de la aparente ortodoxia que su filiación a los principios de la arquitectura del movimiento moderno parece sugerir. De hecho, los progresos técnicos se muestran en su obra como fuente de inspiración, auténticos detonantes de nuevas ideas, con frecuencia ajenas a su finalidad original. Explorar esas posibilidades insospechadas en el origen de las técnicas constructivas contemporáneas forma parte del juego de la arquitectura, y edificios tan significativos en su producción como el Gimnasio Maravillas en Madrid (de 1962), o el edificio de Correos y Telecomunicaciones en León (de 1984) constituyen ejemplos evidentes de esa vocación subversiva. La ocultación y des-ocultación simultánea de los medios técnicos que producen arquitectura proporciona a estas obras su potencia expresiva, más allá de la simple resolución de un problema, de la objetividad con la que operaría un racionalista radical. La técnica pasa, de esta forma, a jugar un papel que trasciende su misión explícita, alcanzando en su obra un significado más profundo. El esfuerzo para ahorrar esfuerzo, concepción ‘orteguiana’ de la técnica, se refleja en su arquitectura como conocimiento y uso heterodoxo de las posibilidades de los sistemas, perceptible desde la misma concepción del proyecto, para así evitar el sufrimiento que comenzaría con la inversión de esfuerzo inútil en la obra, y la posterior atonía en el disfrute del edificio, su incapacidad para hacer la vida de sus habitantes más grata y significativa.

Según lo escrito hasta aquí, podemos considerar a Sota como un digno heredero de la tradición moderna que le aporta ideas y formas, la concepción amplia del estilo al que permanecerá fiel durante toda su carrera, y el interés por la técnica contemporánea que imbrica la arquitectura en los medios de producción propios de su época. Pudiera parecer que nada de esto singulariza su figura dentro del panorama de la arquitectura de su tiempo. Sin embargo, ocurre lo contrario.

La obra de Sota transita sin dejarse contaminar a través de los movimientos revisionistas de los cánones modernos, y sobrevive a todos gracias a su heterodoxia con respecto a los aspectos más dogmáticos de la modernidad. Su concepción del espacio abierto o la fascinación por la técnica poco tienen que ver con la manifestación visual de códigos formales o posibilidades constructivas, sino con la voluntad de solventar la distancia que separa al ser humano de la naturaleza, exigiendo de la arquitectura una capacidad de renuncia a imponer su presencia como limitadora de la existencia, para disolverse en el medio físico natural y, mediante esa desaparición, no oponerse al completo disfrute de la vida del ser humano como parte de esa misma naturaleza. Esta voluntad de disolución alcanza a la propia figura del arquitecto entendido como artista individual, último depositario de la herencia romántica filtrada a través de los formalismos característicos de la vanguardia histórica. Sota se distancia de esa actitud, pero lo hace, y por eso su obra nos sigue fascinando, con una calidad estética poco frecuente. Fruto del cultivo de una sensibilidad ajena a los rigores disciplinares, el autor se aleja de la arquitectura para así otorgarle su sentido más pleno y esencialmente humano, al afrontarla como aquella actividad que nos concilia con nuestro mundo para poder disfrutarlo plenamente. En este sentido, su voluntad de restar excepcionalidad a las mejores virtudes de la arquitectura moderna, imbricando esas cualidades en la práctica arquitectónica más cotidiana y anónima, se acerca a las intenciones que motivaron el programa de las Case Study Houses californianas. La belleza sin retórica de aquellas casas, tan acordes con las posibilidades técnicas propias de su época, transmite una intensa sensación de armonía, alejada de la vulgaridad habitual en la construcción concebida como mero valor de uso y consumo. La intención de dotar de significado a nuestra existencia construyendo el marco adecuado para su desarrollo está en el origen de la utopía a la que el proyecto moderno dio forma, del valioso legado cultural que Sota administró con fidelidad y constancia, proyectándose hacia el futuro como ejemplo y posibilidad para algunas de las experiencias arquitectónicas más estimulantes de nuestro tiempo.

Málaga, septiembre 2018.

Luis Tejedor Fernández es doctor arquitecto con la tesis «Continuidades en la arquitectura de Alejandro de la Sota» Es profesor del Área de Composición Arquitectónica en la E. T. S. de Arquitectura de la Universidad de Málaga