Laboratorios para la Misión Biológica, Salcedo, Pontevedra
Mauro Lomba
Texto
El centro de la Misión Biológica de Galicia está formado por una finca singular que tiene 11 hectáreas dedicadas a la investigación agraria. Está rodeada de un gran muro de piedra y existen tres edificios principales: El Pazo de Gandarón, el edificio Cruz Gallástegui, y el edificio Miguel Odriozola, además de otras construcciones auxiliares y unos jardines con especies de gran interés.
Alejandro de la Sota construyó en esta finca uno de sus primeras obras. El proyecto data del año 1949 aunque su construcción se realizó años más tarde. Fue promovida por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, para acoger los laboratorios y oficinas de la Misión Biológica, que estaban en el Pazo de Gandarón.
Actualmente el edificio lleva el nombre de Cruz Gallástegui. Su planta general está formada por la unión de distintos rectángulos que se traduce en la suma o resta de distintos volúmenes de diferente tamaño. El cuerpo principal tiene una cubierta a un agua con un vuelo importante. Los grandes ventanales de los laboratorios están orientados hacia los invernaderos y hacia las parcelas experimentales controlando el conjunto de la finca. Los despachos, pequeños y acogedores, están colocados hacia el bosque al que se abren con ventanitas. La sala de juntas y la biblioteca, con una atmosfera de luz cálida y aristas redondeadas, se orientan también hacia la gran finca, mientras las escaleras de funcionamiento interno, colocadas al fondo de la planta, recorren todos los niveles acompañadas de un ventanal en la fachada más estrecha. Hacia el frente un volumen sobresale con su cubierta plana formando una terraza que genera un mirador abierto desde la sala de juntas. La entrada al edificio se produce en un vacío del volumen principal y te recibe a través de un pequeño porche. Entras en el distribuidor principal y la escalera ondulada se presenta en movimiento con su barandilla flotando sin dejar lugar a dudas, es obra de Alejandro de la Sota. Subes disfrutando de grandes cristaleras hacia el bosquecillo. Previo a los despachos un pequeño mirador a modo de caja de cristal vuela también hacia el bosque sobresaliendo de la fachada de piedra. Una pequeña entreplanta conserva todavía un espacio muy interesante que es una cámara oscura para el revelado fotográfico de los proyectos de investigación.
Merece la pena una visita a este edificio y descubrir que ya se intuyen muchas de las características del lenguaje arquitectónico de Alejandro de la Sota y que lo van a identificar en el futuro, en sus siguientes obras. La escala, sus proporciones, lo hacen parecer pequeño por fuera y enorme por dentro. La relación del edificio con la naturaleza de su entorno lo integran en armonía a través de sus texturas y el tratamiento de los materiales. La piedra, piedra. La madera, madera. La arcilla, arcilla. La carpintería de los vidrios, delgadas líneas. Al exterior se muestra racional. Al interior se muestra orgánico.
En el año 2008, el CSIC, adscrito al Ministerio de Ciencia e Innovación, nos encarga solucionar los problemas de accesibilidad de este edificio. Inicialmente se planteaba introducir un ascensor en la caja de escaleras adaptando o reformando las distintas plantas en la zona que se afectase. Despachos, laboratorios, etc.
Antes de intervenir en este edificio de un arquitecto al que admiro volví a sus escritos en un intento de comunicación con él.
La propuesta que hicimos desde el estudio fue respetar la obra tal como era y colocar un ascensor exterior, protegiendo la distribución interior ya que responde todavía al proyecto original de Alejandro de la Sota, no estropeando tampoco las escaleras que siempre han sido, a lo largo de toda su obra, una propuesta delicada y sensible, incluyendo sus barandillas. Entonces colocamos el ascensor, el núcleo de ascensor fuera del edificio. Para ubicarlo buscamos el punto más adecuado que era donde todos los descansillos de la escalera de todas las plantas coincidían en una de las fachadas, menos afectadas por huecos e incluso por la propia volumetría del edificio, que es en la fachada enfrentada al bosque de árboles. Para ser lo más respetuosos posible nos inspiramos en los propios escritos y en las propias obras de Alejandro de la Sota. Colocar un nuevo elemento que estableciese una relación armónica y de dialogo, que se hermanase con el propio edificio original y lo respetase. Podemos observar como en determinados elementos de la cubierta que tiene un gran alero para proteger el volumen principal de la construcción, así como elementos pertenecientes al parteluz de los grandes huecos de vidrio que dan a la escalera principal, los elementos de hormigón los trató con una textura que intenta entablar relaciones con el propio bosque, con la corteza de los árboles y teniendo en cuenta esto, se me ocurre que el núcleo del ascensor colocado fuera del edifico y separado un poco de este puede funcionar independientemente como un elemento que dialogue presentándose como el tronco de un árbol. Un tronco más de ese bosque con la misma textura, con la misma corteza, con los mismos rayados en el hormigón superficial que hizo Alejandro de la Sota en los parteluces y en los aleros. Si una ardilla puede subir por un tronco para acceder a las ramas, ¿por qué no vamos a poder subir nosotros por ese tronco que contiene el ascensor y llegar a las distintas plantas. Realmente esa fue la idea y así fue como intentamos ejecutarla. La separación entre ese tronco hasta el propio edificio a nivel de cada planta, se realiza a través de una pieza intermedia de vidrio, de forma que le da muchísima ligereza y hace que se separe totalmente el volumen macizo y construido del tronco de la obra original. Visto de perfil se ve como está completamente aislado y se separó suficiente para que este tronco no tocase tampoco al llegar arriba y se viese como una actuación independiente. De este modo simple, solucionamos la accesibilidad del edificio, se eliminaron las barreras y se consiguió hacer una actuación que no afectase a lo que era la construcción original.
Del mismo modo se nos solicita cambiar los pavimentos de este edificio de la Misión. Analizados los distintos usos de las salas y las circulaciones, proponemos unos pavimentos continuos realizados con resinas autonivelantes para las zonas de trabajo de los laboratorios y de los locales de selección de material agrícola y, por otro lado, quisimos conservar los baldosines cerámicos que caracterizan el interior de este edificio. A todas las circulaciones de distribución y a las escaleras se les aplica una resina transparente procurando facilitar su limpieza y al mismo tiempo conservar, a través de su transparencia, el carácter original del pavimento que ya había colocado Alejandro de la Sota en su día. Desgraciadamente, pasados los años, debido a la falta de mantenimiento adecuado de otras instalaciones, hace que este pavimento se esté levantando. Sería necesaria una nueva actuación para recuperarlo.
Quiero recordar unas palabras de Alejandro de la Sota, que pronunció con ocasión de la entrega de la Medalla de Oro de la Arquitectura del CSCAE (1988), publicadas en la revista Arquitectos 108 (1988): «Nosotros, los arquitectos, tenemos, en la gran medida que nos corresponde, que canalizar lo que nos dan, momentos antes del desastre, hacia ese buen camino que también hoy existe. De nuestro saber, de nuestra persuasión e incluso de nuestra fortaleza puede esperarse transformar lo malo exigido en bueno realizable. Queda finalmente la pequeña o grande renuncia».
Sería interesante hablar en profundidad acerca de este edificio tan singular y muy representativo de la primera época de Alejandro de la Sota y continuar con actuaciones de rehabilitación que no lo desvirtúen.
Pontevedra, octubre 2018
Mauro Lomba es arquitecto y director del espacio multidisciplinar creativo en torno a la arquitectura NEMONON, en Pontevedra. Ha realizado la rehabilitación de los edificios de la Misión Biológica de Galicia, perteneciente al CSIC, entre los que se encuentra una de las primeras obras del arquitecto Alejandro de la Sota.